Reflexiones sobre los profesionales que viven al límite y las descalificaciones ante los medios de comunicación. Reacciones tras el accidente de aviación en el que perecieron 62 militares españoles y los 12 tripulantes del avión.


ARTÍCULO SEMIFINALISTA DEL I CONCURSO DE REDACCIÓN AERONÁUTICA EXTRACREW

Hace tiempo que algunos buscan, con ahínco, mejorar la imagen de los pilotos. Parece que no pueden soportar vivir con ese injusto vilipendio del que se nos ha hecho protagonistas, viéndose sucios y maltratados, tratando de remediar esa hechura incómoda cobijándose en disculpas y en la lástima en los demás, cualquier cosa que les quite ese cáliz, o les ayude a olvidarlo. No se dan cuenta de que ese encalado de paredes esconderá las humedades solo un tiempo, descarnando podredumbres posteriores mucho más profundas.

Después de leer algún artículo que más parece de un buen samaritano guiado por una información condimentada ‘para hacerse una camisa a su medida’, mis comentarios al respecto son, que se trata el asunto con una generosa amplitud que hace irreal lo que realmente ha sucedido: sólo los pilotos de Iberia hemos sido insultados por nuestro entonces Director General sólo nosotros hemos sido vituperados, y solo a nosotros se nos ha hecho responsables de todos los males acaecidos y por acaecer, en bocas de periodistas, de algún ministro, y de tertulianos de todo tipo sólo nosotros hemos perdido poder e influencia, aunque en la escala social todos hemos sentido el varapalo profesional, no como pilotos, sino como trabajadores.

Probada en nuestras carnes la eficacia de la injusticia, con el consentimiento entre atónito y rencoroso de los más, otros gremios han ido sucumbiendo a ese ejemplar tributo a la insolidaridad cuando les ha ido llegando el turno a sus reivindicaciones.

Entre nosotros mismos no hemos sabido reaccionar, y así nuestros colegas nos han culpado de sus males mientras se frotaban las manos ante nuestro impuesto y provocado infortunio, o se han callado cuando nos trataban con resentimiento y con crueldad, socorridos por la envidia y no por fundamentos, olvidando menesterosamente a quienes, al menos y en pro de esa ceguera parcial, eran sin duda alguna responsables de esa otra mitad del conflicto, o aún peor.

Creo que se nos ha hecho tanto daño que la imagen es irrecuperable. Nos han convertido en animales en extinción, en esclavos de mofas y de morbos, en protagonistas de todo lo malo, y en simples deudores de nuestro trabajo en lo bueno.

Esto sólo tiene el remedio de la utopía, convertida en marcha atrás por parte de todos los que se han comportado de forma irresponsable e injustificada con nosotros: Mullor, declarando su manifiesto error histórico como Director General por calificar a parte de los trabajadores de la empresa como chantajistas e irresponsables periodistas y tertulianos, reconociendo su comportamiento visceral y su talante guiado por la envidia, cuando no por directrices muchos pilotos de otras compañías, por no haber sabido estar con sus colegas, callando una injusticia que se volvería temprano contra ellos y desde luego nosotros mismos, por no haber sabido estar a la altura de las circunstancias, por no haber sufrido como pilotos, por no haber sabido admirar la soledad que a veces nos encumbra, por no haber sido diligentes y guardar celosamente esas luces y sombras que convierten en romántica nuestra profesión y en soportable nuestro trabajo, por no haber sido capaces de seguir viviendo en ese gallinero de insensateces y de rencores sin prestar atención, por no haber sido hombres y mujeres enamorados del vuelo y de la libertad, porque hace tiempo que sucumbimos a hipotecas y a pagos de dinero ahora convertidos en necesidades, porque hemos hecho del romanticismo una comedia, y de nuestro desenfreno, que equilibraba el miedo, hemos hecho tiempo de ahorro y de necesidad perentoria de volver a casa.

Somos pilotos, pero sólo porque hacemos algo parecido a lo que otros vivieron con toda la intensidad de sus almas, no porque vivamos y seamos como ellos. Hemos olvidado que somos errantes de temporada y amores a echar de menos, y hemos cambiado lejanas soledades por idas y vueltas que atrofian