En la aviación la puntualidad es un factor primordial. Nos autoexijimos ser lo más puntuales posibles y cuando algo comienza a fallar, casi de forma instintiva, nos ponemos nerviosos, el pulso se acelera y el cuerpo nos pide correr.
No corras.
Foto original de John Christian Fjellestad
Podrás permitirte acelerar el ritmo cuando tengas suficiente experiencia y confianza en los procedimientos. Pero nunca corras ni hagas las cosas más rápido de lo que tu cabeza puede asimilar.
Hacer las cosas muy deprisa y con esa ansiedad por salir, te llevará a cometer errores y despistes que te pueden costar muy caros. No merece la pena.
Acelera en donde puedas y ve algo más despacio en las cosas importantes. Para asegurarte de que no se han producido errores por esas prisas.
Olvidarte de ponerte el cinturon, de selectar los flaps o de hacer la prueba de mandos son errores que ninguno nos podemos permitir. Y menos por las prisas. De modo que cuando vayas a salir tarde, hazte esta pregunta… ¿Merece la pena correr y arriesgarme? La respuesta es NO.
Para enfrentarse a una situación de retraso, lo mejor es buscar la anticipación aún más si cabe. Mantener la concentración en todo momento y evitar a toda costa cualquier distracción que nos pueda sacar del lugar en el que estamos centrados. Es importante por tanto, dejar el móvil. Y cualquier otra circunstancia que nos reste atención de lo realmente importante y de los procedimientos que tenemos que hacer.
Tampoco trates de meter prisa a los que te rodean. Al final esa ansiedad hará que la operación pueda ser aún más lenta y tediosa. Y haya que resolver los errores que han provocado esas prisas.
Por lo tanto, ante las prisas, anticipación y calma. Como decía aquella campaña de tráfico, lo importante es llegar.
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