En este proceso, veremos cómo, en su afán perfeccionista, la humanidad ha sustituido los patrones temporales naturales por otros artificialmente creados para tal fin, para terminar descubriendo lo que se oculta detrás de las siglas que utilizamos a diario.
No es la intención de este artículo intentar explicar lo que es el tiempo con mayúsculas. Sería inútil tratar de condensar en unas cuantas líneas lo que desde la antigüedad más lejana ha mantenido en perpetua reflexión a las mentes más preclaras que han existido. Nos bastará con tratar de explicar brevemente cómo el hombre ha llegado a definir el tiempo (o mejor dicho, la medición del tiempo), de una forma cada vez más precisa y estable.
En este proceso, veremos cómo, en su afán perfeccionista, la humanidad ha sustituido los patrones temporales naturales por otros artificialmente creados para tal fin, para terminar descubriendo lo que se oculta detrás de las siglas que a diario utilizamos en nuestra vida aeronáutica para referirnos al tiempo.
- Los orígenes
Desde los albores de la humanidad, el hombre que contemplaba admirado el espectáculo de los cielos, no pudo dejar de reparar en la regularidad de determinados fenómenos astronómicos. La salida y puesta del Sol, las diferentes fases de la luna, el cambio de estaciones iban a determinar muy pronto las primeras divisiones temporales en días, meses y años que aún hoy, con pequeños cambios, conservamos.
Fue en las tierras de Mesopotamia donde por primera vez se procedió a domesticar el tiempo, al dividir la temporalidad de dos puestas consecutivas de Sol (para los antiguos babilonios como para muchos otros pueblos el inicio de un nuevo día venia marcado por la puesta de Sol) en dos periodos de 12 horas de desigual duración, uno para el día y otro para la noche. La razón de por qué escogieron el número 12 y no otro cualquiera, sin estar muy clara, parece ser tiene que ver con la división del firmamento en 12 signos zodiacales de 30 grados cada uno (y con su sistema sexagesimal de numeración).
Más tarde, los griegos decidieron que era mejor dividir el día en 24 partes de igual duración ajustadas a las horas equinociales, (en los dos equinocios la noche y día tienen exactamente la misma duración). Sin embargo y debido al tremendo prestigio de los sacerdotes astrónomos mesopotámicos, se siguió utilizando el sistema de numeración de estos al dividir cada una de esas 24 partes del día en otras 60 partes (primeras partes o minutos) y estas a su vez en otras 60 más (segundas partes o segundos). Y de esta forma tan intuitiva ya tenemos nuestras días, horas y minutos basadas exclusivamente en la periodicidad de la naturaleza.
- Complicando la naturaleza
Como vemos el único patrón utilizado desde el principio para determinar la duración del día fue la rotación de la Tierra. No podía ser de otra forma. Pero los antiguos descubrieron también que dependiendo de la referencia utilizada para medir esa rotación, la duración del día variaba ligeramente. Así dos pasos consecutivos del Sol por el meridiano del observador determina el llamado día solar, que tiene una duración media de 24 horas.
Si la referencia escogida es una estrella, tendremos el día estelar, que es 3 minutos y 56 segundos menor que el anterior. Esto es debido a que la Tierra a la vez que rota sobre sí misma, se traslada alrededor del Sol, de tal forma que en un día recorre aproximadamente 1º de la ecliptica. Este grado son los aproximadamente 4 minutos de más que tiene el día solar con respecto al estelar.
Aún se puede definir otro punto para determinar la duración del día: el primer punto de Aries, que coincide con la posición del Sol en el equinocio de primavera. El día considerado con respecto a este punto es 0,0091» más corto que el estelar, únicamente debido a la precesión equinocial.3
Antes dijimos que la duración media del día solar es de 24 horas, ahora debemos aclarar un poco esto. La velocidad de translación de la Tierra alrededor del Sol no es constante. Según una de las leyes de Kepler, los radiovectores que unen nuestro planeta con el Sol barren áreas iguales en tiempos iguales, lo que implica que la velocidad angular de la