¿En qué convierte la economía de mercado a los futuros pilotos? ¿Hacia dónde avanza la profesión? El recorte en la calidad y en los niveles de formación implica minusvalorar el nivel de los profesionales. Si me han leído me habrán visto repetir hasta la saciedad Aviación es una Profesión, no un trabajo. Es esencial saber comprender cómo existen infinidad de áreas (en particular la nuestra) dentro de esta industria que precisan de una serie de conocimientos de carácter profesional o pericial que faciliten la toma de decisiones correctas. Convertir al Piloto de Líneas Aéreas en un mero operador redunda de manera decisiva en la calidad del transporte aéreo, y de forma inevitable en su Seguridad. A día de hoy nos encontramos con un modelo de formación equívoco y en cauces de extinción por su propia naturaleza: la provisionalidad.

No es muy perdurable como paradigma el que alguien desembolse cantidades desorbitadas para conseguir sus títulos, luego pague de nuevo para entrar en una compañía aérea y acabe trabajando sin un contrato fijo y por 2.000 euros al mes. Eso es algo que acaba con la más firme de las vocaciones. De hecho, el bajón en las matriculaciones de las Escuelas de Pilotos es tan notable que amenaza con el cierre de alguna de ellas. La Profesión de Piloto de Línea Aérea está en el mercado, y por ello compite de alguna manera con otras titulaciones a la hora de ser elegida; pero su competitividad empieza a perder enteros desde el mismo momento en que se ha convertido en caldo de cultivo para los paladines de la rentabilidad sin fisuras y los tratantes de trabajadores.

En una economía de mercado valor y precio suelen corresponderse, y por ello la primera acción a tomar cuando se desea bajar el precio de algo es restarle valor. En nuestro caso, se ha comenzado la minusvaloración desde el principio, con el recorte de la calidad y exigencia en la formación de los profesionales.

La conclusión es que, a la vuelta de pocos años, nos encontremos con un transporte aéreo cuya demanda de crecimiento siga subiendo de forma exponencial, pero imposibilitado para ser atractivo y capaz de cubrir sus expectativas, por no haberse podido nutrir de quienes debían haberse iniciado en su carrera a tiempo, y con el agravante de poner en el mercado laboral a multitud de titulados que, de ninguna manera podrán cubrir con los parámetros de calidad exigibles su puesto en la cabina de una aeronave. Todo ello sin hablar de la deficiente formación respecto a eso que hace de nuestra actividad laboral una Profesión: el criterio y la libertad profesional a la hora de tomar decisiones facultativas.

Es evidente que la voracidad y falta de escrúpulos de los eventuales empresarios unida a la connivencia de algunas administraciones que hace mucho que dimitieron de sus responsabilidades, posibilitarán que el servicio sea prestado por auténticos mercenarios venidos de lugares del mundo donde la carne de piloto sea aún más barata que en nuestro entorno. Pero no es menos indiscutible que toda esta rebaja constante y suicida de la capacitación de los profesionales de la Aviación implicará una minoración de los márgenes de Seguridad hasta el punto de hacerlos sólo asumibles por los empresarios del sector, que ya hace mucho contemplan el impacto en sus cuentas de resultados de un determinado número de catástrofes.

Necesitamos, y la sociedad se merece, un modelo de formación que especifique el currículo del Comandante de Aeronave con la colaboración directa de la Administración, llamada a la salvaguarda del interés general, y con el inequívoco interés y dedicación de nosotros mismos, que hemos de encabezar y exigir el cambio.